¿Por qué los animales perciben los terremotos antes que nosotros? En 2004, el tsunami de Indonesia se cobró la vida de cerca de 300.000 personas, pero prácticamente ningún animal salvaje pereció. La mayoría presintieron el desastre y buscaron refugio en los terrenos altos de la isla. ¿Cómo detectan el peligro?
Momentos antes del terremoto que asoló la ciudad de San Francisco en 1906, una manada de caballos cruzó la ciudad corriendo despavorida. En el parque natural Yala, en Sri Lanka, los cuidadores se quedaron atónitos al ver cómo cientos de reptiles y de mamíferos consiguieron salir ilesos del maremoto que asoló parte de la costa asiática. Los animales presienten temblores con una precisión superior a la que alcanzan algunos de los métodos geológicos más avanzados.
Algunos de estos "pronosticadores" pueden detectar seísmos de magnitud 2 que para los humanos pasan totalmente desapercibidos. Generalmente, su comportamiento anormal comienza cuando faltan más de 24 horas para la primera sacudida y se intensifica a partir de las dos o tres horas y varios minutos y segundos antes del terremoto.
Muchos animales tienen una fisiología sensorial que les permite ser extremadamente sensibles al sonido, la temperatura, las vibraciones, la actividad química y electrostática y los campos magnéticos .
El aire se ioniza. Junto a los movimientos tectónicos de las placas de la corteza terrestre se producen grandes liberaciones de electricidad. Estas emisiones alteran el número de iones (moléculas de gas cargadas eléctricamente) en la columna de aire situada sobre las fallas activas. Estos cambios en el equilibrio eléctrico de: la superficie terrestre pueden desencadenar cambios psicológicos y fisiológicos en algunos animales. Los peces gato, por ejemplo, cuando detectan estas alteraciones eléctricas, saltan fuera del agua y empiezan a nadar de forma enloquecida.
Además, la naturaleza vibra cada segundo en infinidad de ultra e infrasonidos. En los terremotos, el movimiento y la fractura de la corteza terrestre producen gran cantidad de ruido, ondas sonoras de bajísima intensidad que se adelantan al seísmo como aviso de la ruptura. El oído humano es sensible alas ondas entre 1.000 y 4.000 (más allá' de los 20.000 hertz no escuchamos absolutamente nada), mientras que los infrasonidos previos a un seísmo suelen ser de unos 100 hertz. Sin embargo, estos infrasonidos están dentro del rango auditivo de algunos animales como los elefantes. Los científicos han visto que los paquidermos, a través de la planta de sus patas, pueden captar estos microtemblores que se producen antes de un seísmo.
El fino olfato animal también juega su papel. Durante un terremoto, se producen afloramientos de gases que circulan bajo la capa terrestre. Por otra parte, el calor generado por la fricción y la ruptura de las rocas alcanza las aguas subterráneas y genera un vapor que escapa a la atmósfera formando nubes. Detectar el olor de estos gases es una tarea fácil para ciertos animales. "el olfato de los perros es entre 10.000 y 100.000 veces superior que el de los humanos", explica James Walter, director del instituto de investigación sensorial en florida. Esto se debe a que, mientras nosotros tenemos cinco millones de células nerviosas olfativas, un perro posee unos 220 millones. Y la capacidad de percepción de cada una de ellas es muy superior a las nuestras. En algunos animales terrestres, existe un órgano conocido como "sentido vomeronasal" que constituye una segunda nariz y que se encuentra muy refinado. Si se bloquea artificialmente, se producen des-orientaciones que pueden llevar a suicidios en masa de determinadas especies animales como ballenas y delfines.
El magnetismo terrestre también se ve alterado. La actividad sísmica origina cambios en el magnetismo terrestre. Aves como las palomas o las gaviotas "leen" estos campos electromagnéticos y se guían a través de ellos en sus procesos migratorios. Por ello, son capaces de detectar esos cambios por insignificantes que sean. Bastan alteraciones de 30 gammas en el campo magnético, como las registradas en terremotos en china, Japón y Turquía, para que muchas aves se desorienten en el vuelo.
Por último, los seísmos generan vibraciones que se trasmiten por suelo y agua a miles de kilómetros de distancia. Y como sismógrafos de precisión, ciertos animales las perciben y diferencian, por su frecuencia e intensidad, de los miles de vibraciones diarias.
Los científicos siguen sin ponerse de acuerdo. Para Ray Stricklin, de la universidad de Maryland, no está claro que se trate de un sexto sentido, "puede que el hecho de no haber encontrado apenas animales muertos tras el tsunami esté más relacionado con la casualidad que con la cognición", afirma. Por otra parte, aunque los hechos están ahí, en la práctica, intentar interpretar la reacción de los animales resulta poco preciso. Para los que sí creen en este "don especial", el reto consiste en trasladado a sensores artificiales. Por ello, muchos investigadores han centrado sus esfuerzos en analizar los órganos sensoriales de ciertos seres vivos. Entre los modelos más interesantes están las cucarachas, que cuentan con pequeños órganos en sus tibias que les permiten registrar ondas sísmicas con una amplitud de 0,000000001 cm.
Los elefantes no sólo detectan ondas sísmicas. Emiten, además, sus propias señales para encontrar pareja, localizar presas o establecer territorios. Para comunicarse a larga distancia, estos animales utilizan potentes llamadas infrasónicas, emitidas en un tono tan grave (20 hertzios) que la mayoría de los humanos no podemos escucharlas. Pese a que se transmiten mejor que cualquier otro sonido por el aire, el alcance de estas llamadas depende de condiciones ambientales como el tiempo atmosférico, la temperatura y la velocidad del viento. Quizás por esto los elefantes emiten, a la vez, una onda sísmica que se propaga a través del suelo y que contiene el mismo mensaje.
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